lunes, 27 de septiembre de 2010

SIN EL MESIAS TAMBIEN SE PUDO

La muerte del “Mono Jojoy” ha causado reacciones de toda clase: por un lado están los que dicen que pobrecito, que como es que lo bombardean sin previo aviso a las 2 de la mañana cuando apenas se estaba poniendo la botas, que es ilegal irrumpir en propiedad privada o en este caso en bunker privado y según algunos fue una violación a la Constitución y a las leyes, nunca entendí porque, pero en todo caso creo que al “mono” eso fue lo que menos le importó porque según él mismo declaró "A nosotros nos importan un carajo la Constitución y las leyes, porque estamos fuera de ellas", por eso es fundamental cumplir con lo que dicta la Carta Magna no sea que después le apliquen la misma a uno y terminen persiguiéndolo bombas inteligentes. Que era muy obediente; asesinaba y secuestraba sin preguntar nada. Que era muy inteligente y buen empresario; multiplicó notablemente el negocio de la coca en los territorios que dominaba. Que tenía gustos característicos de la ideología marxista; caballos de paso fino, camionetas 4x4, relojes Rolex de 13.000 dólares y hatos ganaderos. Y por otro lado están los que se alegraron, celebraron y hasta sugirieron que se declarara el 23 de septiembre día de fiesta nacional, con tal de no trabajar los colombianos declaramos fiesta patria con cualquier pretexto. Tengo que reconocer que yo fui una de las promotoras de la proclamación de dicho festivo, no por motivo diferente a que en septiembre no hay ningún puente y a estas alturas del año uno ya está exhausto y necesita un descanso. 

Me alegré con la noticia, no por la muerte del “Mono Jojoy” porque como dicen las abuelas no es de buenos cristianos alegrarse con la muerte del prójimo y ante todo yo soy una buena cristiana. Más que nada me alegré por mí y por el Presidente Santos. Por mí, porque después del carro bomba a Caracol Radio, los disturbios en la Comuna 13 de Medellín y los atentados guerrilleros de las últimas semanas ya veía venir con pasos de animal grande la convocatoria de los uribistas para exigir el pronto regreso del mesías salvador a la tierra prometida, porque sin él la Política de Seguridad Democrática no funcionaría y seguiríamos peregrinando por el desierto de la inseguridad. De solo pensar en esa hecatombe, la de que Uribe volviera, y tener que aceptar que de verdad era el redentor, mi vida se había convertido en una pesadilla. Y por el Presidente Santos porque aunque no soy santista ni amiga de Juanma, le he cogido cariño y aprecio en estos 50 días de gobierno y me daba lástima cuando se insinuaba que le había quedado grande el puesto, que no iba a poder con las FARC y que el Almirante Celis parecía más el Comandante de Batalla Naval que el Comandante de la Fuerzas Militares. El otrora exitoso Ministro de Defensa era cuestionado enérgicamente debido a los actos de la insurgencia ocurridos en los primeros días de su gobierno. Santos iba a ser dado de baja y por fuego amigo. Con todo lo que estaba pasando en materia de seguridad no puedo negar que sentía una inmensa tranquilidad en que el presidente fuera Santos y no Mockus, de lo contrario mi vida sí que se hubiera convertido en un infierno; podía oir a los santistas y uribistas mortificándome con las celebres frases: si ve, si ve, se lo dije que con mimos y girasoles no se acababa esta guerra; acá lo que se necesita es mano dura y no un payaso que muestre el culo; si Santos fuera el presidente la cosa sería a otro precio y estos bandidos de las FARC no estuvieran alborotados y a punto de tomarse el poder. Todavía hay quienes piensan que ese es el objetivo de la guerrilla. Hubiera sido una verdadera pesadilla haberme tenido que aguantar a los santistas echándome vainazos de Mockus, por eso entre unas y otras prefería que los vainazos se los echaran a Santos. Sin embargo, como soy una buena cristiana y tampoco me alegro del mal ajeno sentía compasión por el presidente. Me alegro por el país, no porque la muerte del Señor Jorge Briceño sea el fin del conflicto armado, sino porque con la muerte de éste nos libramos del más maquiavélico miembro de las FARC, al menos hasta donde sabemos. Claro está que como en la vida todo es susceptible de empeorar solo falta que nos haya dejado un ejército entrenado a su imagen y semejanza.

No soy experta en el tema pero me gusta opinar de lo que no sé, como en este caso, por eso creo que lo mejor es legalizar la droga y así acabarle a la guerrilla de una vez por todas el rentable negocio del narcotráfico. No es un secreto que lo único que pretenden es conservar el dominio de los territorios donde se cultiva la hoja de coca, mantener el margen de rentabilidad en la comercialización de la pasta de coca y el control de algunas rutas a USA y Europa. Ojalá me equivoque, pero no creo que las FARC abandonen, por su buena voluntad y amor al pueblo colombiano, este fructífero negocio.

domingo, 19 de septiembre de 2010

¿Y quién es Gato?

He tratado inútilmente de responderme a ese interrogante durante muchos años y como se podrán imaginar no tengo ni la más remota idea. Pero para no entrar en temas trascendentales, debates filosóficos y sobre todo en patologías psiquiátricas resumamos diciendo, que gato soy yo.
Desde que tengo memoria o incluso desde antes respondo al nombre de gato. No es un apodo y al menos hasta el día de hoy tampoco es un alias, es mi nombre, aunque el registro civil de nacimiento diga otra cosa, pero para nadie es un secreto que en esos documentos del estado se escribe cualquier cosa: Que Mario Uribe llegó al Congreso gracias a una cadena de oración o que el ex presidente Uribe no sabía de las “chuzadas”. 

A la autora intelectual de dicho nombramiento no sé si agradecerle o reprocharle, para empezar cometió un error de género ya que la palabra gato es masculina y éste gato es femenino, claro está que hoy en día agradezco dicho error porque no quisiera ser confundida con Emilse López “la gata”. Por otro lado mi documento de identidad dice que me llamo Martha, pero gracias a la ley de la costumbre estoy totalmente segura que no es así y que mi verdadero nombre es “gato”, esa dualidad de conceptos me ha generado bastantes problemas de personalidad y algunos desordenes de identidad los cuales he decidido conservar, soy una convencida que es mejor ser una lunática reconocida que una maniática dormida. Así que entre unas y otras no tengo claro si agradecerle o no mi bautizo extemporáneo.

Si yo hubiera nacido en Egipto, por ejemplo, donde Bast diosa de la fecundidad, la alegría, la maternidad y otras virtudes femeninas es representada por un gato, tal vez mi vida estuviera colmada de fieles creyentes, adoradores y veneradores de la diosa “gato” dispuestos a dejar su diezmo y limosna en mi altar, pero como yo nací en Colombia paraíso tropical en donde los gatos en el mejor de los casos son usados para ir tras las ratas, no se ha manifestado hasta ahora ningún leal devoto y sí mucho roedor.

Hasta en la China, que son usados como alimento, me hubiera ido mejor siendo gato, al menos allí son símbolo de buena suerte y fortuna. En tiendas, restaurantes y bares se ven unas figuras en forma de gato moviendo la patita, parece que estuvieran diciendo adiós pero lo que están es llamando el dinero y los clientes. Yo estoy dispuesta a pararme en la vitrina de un almacén o mejor aún en la barra de un bar moviendo mi patita para atraer a los clientes y más si el pago es en alguna clase de especie, pero desafortunadamente mientras viva en Colombia de esa fantasía como de muchas otras tendré que olvidarme, porque acá lo máximo que conseguiré siendo gato es un José Obdulio.

Con todo y eso mi vida no ha sido del todo mala, aunque no puedo negar que hubiera preferido ser adorada, venerada, idolatrada y reverenciada como los gatos en Oriente, me he adaptado bastante bien a ser un gato en Occidente y luchar por la “rata” de cada día. No tengo ni altares, ni trono, ni rey pero tengo este pequeño santuario desde donde voy a mover mi manita para que todos los que no somos divinidades podamos por algunos instantes desconectarnos del mundo y soñar que somos dioses del Olimpo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Mundano o espiritual?

En un momento oscuro de mi vida cometí la enorme equivocación de cambiar el whisky por la leche de soya. Aunque no puedo desconocer los innumerables beneficios de la leche de soya, definitivamente me quedo con los del whisky. El deleite, la satisfacción y el placer de lo que se hace bajo los efectos del mosto de la cebada no son aminorados por el remordimiento, el cargo de conciencia y la culpa producto de éste elixir. Entre mis alcohólicos recuerdos puedo asegurar que el whisky deja mejores sensaciones que la leche de soya.

En busca de mi SER superior, mi maestro interior, mi guía, la luz y todos esos términos metafísicos de la Nueva Era me desvié del camino de la lujuria, el placer y la sensualidad. Y que me encontré? Con los mismos sentimientos de culpa, remordimiento, desasosiego y arrepentimiento pero sin la dicha, la alegría y la felicidad que produce el pecado. Seamos sinceros, hay algo mejor que pecar?. El camino de la espiritualidad y la santidad es bien difícil de recorrer y sobre todo bien aburrido, nunca pasa nada que merezca la pena ser contado y, si no hay nada que decir, lo mejor es morir. Con esto en mente decidí retornar al sendero disoluto y para lograr mi objetivo dejé las clases de yoga y la meditación y me inscribí en un taller de escritura. La sabiduría infinita del universo y el servicio de transporte público me llevaron hasta donde ese maravilloso grupo de bohemios, amantes del vino, la guitarra, la poesía y la literatura. Con ellos reencontré mi verdadera esencia, mi verdadero YO, mi verdadero SER, ese que camina entre lo mundano y lo espiritual. El que disfruta tanto de la oración como de la disipación, de la salvación como de la perdición, de la meditación como de la algarabía. Ese que no debí abandonar por andar buscando lo que no se me había perdido.

Durante ese tiempo de búsqueda aprendí que no hay que vivir en El Tíbet, en La Meca o en Jerusalén para acercarse a la santidad. La compasión, la misericordia, el altruismo y la bondad también se aprenden en Juanchito, en el estanco de la esquina o en el bar de los amigos; por qué quién más necesitado de misericordia que aquel al que se le acabó el trago?, quién más necesitado de compasión qué aquel que ahoga sus penas en el alcohol? y que mejor muestra de altruismo que acompañar a un amigo por el sendero profano.

La oración conduce a la salvación, oí alguna vez en la iglesia. Salvar de qué o de quién? De lo único que debemos salvarnos es de la indiferencia al sufrimiento y al dolor ajeno, de la falta de caridad y compasión hacia aquellos que padecen a nuestro alrededor, del inerte estado del ser frente a las injusticias que se cometen día a día en contra de los más débiles. No con esto quiero decir que la oración, la meditación y la introspección no sean valiosas pero más importante aún es la acción. Por sus hechos los conoceréis; dijo mi gran maestro.

Una vez recuperada mi verdadera esencia y después de algunas clases de gramática decidí empezar a escribir y contar lo que pasa en el mundo real, con sus imperfecciones, carencias y vicios pero sobre todo con su gran humanidad. En un arranque de valentía o irracionalidad, aún no lo tengo claro, abrí este blog, para contarles si me lo permiten, las historias que desde hace algún tiempo he querido compartir.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Para qué aprender a escribir?

Yo ya sé escribir, para qué necesito matricularme en un taller de escritura creativa. Además creatividad es lo que me sobra. Y si para escribir es necesario leer, también ese requisito está cumplido. Eso era lo que pensaba cuando fui por primera vez, como asistente, al Taller de Escritura Creativa de la Biblioteca Departamental. 

Una vez empecé a escuchar las críticas que mis nuevos compañeros hacían a cerca del texto de uno de ellos, comprendí que lo que había aprendido con Nacho lee y escribe no me iba a servir de ahora en adelante. Qué la sintaxis está incorrecta, dijo uno de ellos. La qué, perdón? Pensé yo. Claro, sólo pensaba, porque la posibilidad de hablar ni la había contemplado, no estaba dispuesta a pasar del anonimato al desprestigio, al menos en la primera sesión. No me sirvió de mucho tratar de preservar mi prestigio, de todas formas lo perdí más adelante y no por cuenta precisamente de la gramática. Luego, Orlando dijo: “Lo que se escribe con el último whisky de la noche, no es lo mismo que se ve con el primer café de la mañana”. Bingo, al menos algo de lo que sí sabía, ya que la expresión, afortunadamente, no sólo es válida para el arte de la escritura.

Con la creatividad estaba segura no iba a tener ningún inconveniente, por lo cual me aventuré a escribir, fue solo hasta entonces cuando me acordé que las neuronas de la creatividad como son tan escazas y apetecidas las guardo con sumo cuidado en la billetera. Dije billetera? Sí, la misma que una compañera del taller me había robado días antes. Por sugerencia de mis compañeros inmediatamente fui a poner el denuncio, tenía la esperanza que la policía pudiera recuperar mis neuronas. Una vez en la estación, el agente muy amablemente me dijo: No se preocupe señorita, tan pronto encontremos los responsables de los “falsos positivos”, las “chuzadas” del DAS, la “yidis política” y unas cositas pendientes del “proceso 8.000” con gusto empezaremos a buscar sus pertenencias. En ese momento pensé que lo mejor era renunciar a la idea de ser escritora, si no han podido encontrar 2.000 cadáveres como carajos van a encontrar mi creatividad. Pero como soy bastante terca decidí seguir por el camino de las letras. 

Se me ocurrió la maravillosa idea de pedirle a mi maestro que me recomendara un texto donde pudiera darle un “repasito” a la gramática, no es sino darle una leidita y estoy lista para mi opera prima, pensaba yo desde mi ignorancia atrevida. El “repasito” me dejó como conclusión que aparte del sustantivo y el verbo, que son los únicos que tengo claros, el resto me era tan familiar como los caracteres del Mandarín. En el libro de gramática que amablemente mi maestro me prestó dice: “El adjetivo siempre va acompañando al sustantivo, si alguna vez se encuentra solo deja de ser adjetivo y se vuelve sustantivo”. ¡Cómo! Dios mío, lo que me faltaba, hasta los adjetivos cuando se ven solos se vuelven tránsfugas y yo que pensaba que La Unidad Nacional había acabado con esos especímenes. Como pueden darse cuenta mi ignorancia en cuestiones literarias es tal que me urge aprender a escribir y así por el bien de la patria no seguir confundiendo a Juan Lozano con Lozano Juan.