jueves, 29 de noviembre de 2012

Recordando tu aroma


             Después de un largo receso el Blog de Gato vuelve, renovado y con un nuevo estilo. No es que los relatos que nos hacen reír vayan a desaparecer,  los que saben de mercadeo le llaman innovación,  para no aburrir con lo mismo al lector.


       Como soy nueva en el arte de la literatura erótica o pornográfica, como ya me dijeron algunos, me gustaría leer sus comentarios y opiniones.

Recordando tu aroma

            Es una noche caliente, de esas en que la humedad del ambiente se fusiona con la del cuerpo. Veo la luna llena a través de la claraboya sobre mi cama. El viento se paralizó, por la ventana entra el aroma a selva del Pacífico. El sudor rueda por mi pecho, mi espalda, mis brazos, mis piernas.  El recuerdo de las caricias y los besos de la última noche juntos llevan mis manos a recorrer lugares donde ayer estabas tú. Me quito la blusa que llevo puesta y veo como mis pezones empiezan a despertar al estímulo de mis dedos. Siento como mi vagina se contrae por debajo de la tanga de color fucsia. Me recojo el pelo, húmedo. De un vaso con agua saco un hielo redondo, lo deslizo por mi boca, meto la lengua en el pequeño orifico, mojo mis labios al tiempo que percibo como mi vagina se humedece. Paso el hielo por mis pezones haciendo círculos, me quema, me excita; la cadencia de la respiración aumenta a medida que voy bajando mi mano hacia el vórtice del deseo.

       Paso poco a poco el hielo por encima de mi vulva desnuda y ardiente, abro con los dedos los muros que encierran mi excitación, mi fogoso deseo de tocarme, de acariciarme, de sentir como mi clítoris se va endureciendo. Lentamente introduzco un dedo, lo muevo despacio siguiendo con mi recuerdo la presencia de tu deseo. Luego, penetro el hielo en mi vagina, aprieto como si estuvieras dentro de mí, y paso el dedo índice sobre el clítoris, que para entonces ya está duro, a punto de estallar. Paro, estiro mi mano derecha y de la mesa de noche saco mi huevito vibrador y el gel multiorgásmico. Siento que el hielo congela las paredes de mi vagina, la quema, me excita, voy a venirme, controlo la pasión, no quiero que este momento mágico finalice. Saco el hielo. Aplico el gel en mi clítoris, en mis labios. Arden. Me gusta el dolor que percibo, un dolor que me lleva al límite de la euforia.

       Enciendo el vibrador, lo muevo en círculos, lo introduzco, aumento la velocidad. Me excito. Saco el huevo y lo pongo de nuevo sobre el clítoris, lo acelero  al máximo, lo paso de arriba abajo. Abrazo mi pecho, muerdo mi boca, experimento un espasmo que baja por la espalda, recorre mi pelvis, tensa  mis músculos, levanta mis caderas y una descarga de pasión y electricidad me saca del cuerpo, cierro los ojos y veo como te vienes en mi boca. 

domingo, 26 de agosto de 2012

Juguetes Sexuales


     Hace unos días leí en el Huffpost Women una encuesta sobre Juguetes Sexuales realizada por Adam & Eve, empresa productora de juguetes para adultos, la cual revelaba que en Estados Unidos el 44% de las mujeres entre 18 y 60 años ha tenido o usado un juguete sexual. Como me gustan las investigaciones sociológicas, y sobre todo el chisme,  indagué entre mis conocidos y conocidas si alguna vez habían usado uno de estos juguetes. A diferencia del estudio realizado por Adam & Eve, el mío arrojó resultados desastrosos. El 95% de los encuestados respondió no haber utilizado nunca un juguete sexual. No sé si tengo amigos muy mojigatos y anticuados, o muy mentirosos y solapados, y respondieron que no por pena. Como si no haber usado nunca un juguete sexual fuera motivo de orgullo. Yo hubiera contestado que sí,  sólo por chicanear.

      Con respeto y sin animo de ofender a nadie, toda persona mayor de edad (no sea que me acusen de corrupción de menores), que nunca en su vida haya utilizado un juguete sexual debería sentirse avergonzado. Y ¿por qué vergüenza? se estarán preguntado algunos. Sencillo, porque de acuerdo con la encuesta de Adam & Eve, el 78% de las mujeres que manifestaron usar ayudas sexuales eran casadas. Y el motivo por el cual las usan es porque no encuentran satisfacción en su pareja. Lo cual significa, y lo siento mucho señores, que los hombres, al menos en lo concerniente al “débito conyugal”, son malos polvos. Así que no se sienta muy  orgulloso de decir “Yo no necesito eso, tengo mi propio armamento”. El armamento requiere municiones, caballeros.  

      Claro que tampoco se salvan las mujeres, porque aún hay un porcentaje bastante alto que respondió no haber usado nunca un  juguete sexual. Por lo general las mujeres no usan este tipo de ayudas por timidez, y por lo que pueda pensar su pareja de ellas. El típico “y dónde aprendió eso mamita” o “usted como que tiene mucho kilometraje”, achicopalan a cualquiera. Y después de esos piropos, quién queda con ganas de sacar un vibrador. Sin embrago, que su pareja piense lo que quiera, porque le apuesto que con la “otra” si usa las “bolas chinas”.    
    
       “Doctora, usted me está pervirtiendo. ¡Yo pensé que usted era decente!” Es la primera reacción que tienen muchas mujeres cuando la doctora, Martha Mejía, terapeuta sexual,  les sugiere el uso de éstos juguetes como parte de la terapia de pareja. En un artículo para la revista Fucsia la doctora Mejía también dice que “Los juguetes son herramientas dentro de la terapia sexual y de pareja porque, sobre todo las mujeres más cultas y educadas, no conocen sus cuerpos”. Señoras, el hecho de tener muchos títulos académicos no las hace poseedoras de habilidades y competencias en la cama. Así, que a entrenar.

      En vista de las desconsoladoras respuestas de mis amigos y amigas, decidí visitar a Jesús Solano, psicólogo, terapeuta de pareja, y propietario del sex shop Natural Vida Sex, todo para el amor. La tienda más antigua de Cali, lleva 22 años en el mercado.

      De acuerdo con Jesús, las  ayudas sexuales fomentan el conocimiento del cuerpo, rescatan la necesidad  sexual de las personas y resaltan el espíritu de la sexualidad.

      “Anteriormente la mayoría de clientes eran hombres, hoy puedo decir que es muy parejo el número de hombres y de mujeres que visitan la tienda. Como también parejas homosexuales y heterosexuales.”

      Las dos tardes que dediqué, en Natural Vida Sex, al  estudio de los juguetes sexuales fueron más interesantes, divertidas y fructíferas que las malgastadas en el aprendizaje del Algebra de Baldor.  Ahora sí, a lo que vinimos.
   
        Pastillas para la erección: En éstas no me voy a detener, ya que son muy populares desde el lanzamiento del famoso Viagra. Sin embargo, les recomiendo que antes de tomar cualquiera de éstas pastillas consulten con su médico, no vaya y sea que lo que se les pare sea el corazón.
      Geles retardantes: Se aplican directamente en el pene 20 ó 30 minutos antes de la relación. El gel contiene un ligero anestésico que retarda la sensación de placer. Advertencia: no confundir con el gel multiorgásmico, se le puede anestesiar la lengua.
      Lubricantes sexuales: Estos ayudan a que la penetración sea más fácil y placentera. Sirven para sexo oral y anal.
      Huevos y balas vibradoras:  Estimuladores clitorianos en forma de huevo o bala que se manejan a través de un control remoto, ya sea inalámbrico o unido al juguete por un cable. 
      Vibradores: Se dice que un vibrador es el juguete sexual por excelencia, y según Adam & Eve, su uso se ha disparado en las últimas cinco décadas, ya que logra la excitación tanto de hombres como de mujeres.
      Bolas chinas sexuales: Es uno de los accesorios más vendidos en las tiendas eróticas, sobre todo desde que su efectividad fue abalada por especialistas en ginecología, que observaron un efecto positivo al ser usado para ejercitar los músculos vaginales. Existen bolas chinas vaginales y anales,  hay para todos los gustos.
      Anillos para pene: Entre los juguetes eróticos para hombre más vendidos están los anillos para pene, un accesorio que ayuda, tanto al hombre como a la mujer, a disfrutar más. Este tipo de juguete ejerce presión en la base del pene, ayuda a tener una erección potente y duradera, y al mismo tiempo el vibrador que incorpora proporciona un placer extra en el clítoris de la mujer. Está demostrado que no importa ni lo largo ni lo grueso…

      Esta es sólo una pequeña muestra de la variedad de juguetes sexuales que hay actualmente en el mercado. En el día del Amor y la Amistad anímese a regalarle a su pareja un vibrador, unas bolas chinas o un gel multiorgásmico. Y si no tiene pareja, aún le quedan 20 días para que se consiga una, así sea sólo por una noche.

Autopista Sur Oriental # 15 – 79
Teléfonos: (2) 881 26 60 – 316 521 0585
Cali

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domingo, 19 de agosto de 2012

La hoguera de las exclusiones




        Aprovecho la indignación que nos invade por estos días, como consecuencia de la discriminación y el atropello del que fuimos objeto las mujeres por causa de nuestro peso corporal, para sumarle a esta ola de reclamos los de otras colectividades de damas. Mujeres, que de igual manera han sido excluidas por no encajar dentro de los estereotipos de la aún oscurantista sociedad del siglo XXI.

       Me refiero a las mujeres que ejercen su sexualidad de manera libre y abierta, y a quienes muchos llaman “putas” aunque no reciban dinero por la franca manifestación de su vida sexual ni su oficina sea un burdel. A las mujeres que tienen una inclinación sexual distinta a la heterosexual, a quienes aún se les llama despectivamente lesbianas, y se les mira con recelo y algo de temor. Las mujeres que han optado por vivir sin un vínculo matrimonial o una pareja conyugal, y a quienes se les relega con el antipático apelativo de solteronas. Son estas mujeres las brujas modernas, las hechiceras contemporáneas, y como sus antecesoras, un peligro para la moral y las buenas costumbres. Por eso han ido a parar a la hoguera de las exclusiones. Aunque existen otros grupos de mujeres igualmente discriminadas, sólo hablaré de estos tres para no hacer muy largo mi discurso.

       Salirse de los esquemas y paradigmas no sólo es difícil, sino peligroso, cuando uno rompe los arquetipos morales  sobre los cuales se ha construido la sociedad a través de los siglos, y se sale de lo “políticamente correcto”, corre el riesgo de ser estigmatizado y convertirse en víctima de lo que el sociólogo Stanley Cohen denominó “Pánico moral”. Por mi parte me doy el lujo de contribuir a dicho pánico con varias inmoralidades simultáneamente. Para unos soy puta, para otros solterona. Hay quienes piensan que soy lesbiana. Y todos absolutamente todos coinciden en que soy bruja.

       Para muchos soy puta porque escribo y hablo de sexo sin tabúes sin tapujos y sin censura.  Porque considero la sexualidad como una más de las funciones del cuerpo humano, lo mismo que respirar. La masturbación como  la estimulación de los órganos genitales, así como se estimula cualquier otro órgano para que no se atrofie. Porque compro más juguetes sexuales que zapatos, y porque prefiero el buen cine porno a las llorosas telenovelas de la noche. Porque tengo una gran colección de literatura erótica y mi manual de supervivencia es El erotismo, de Bataille. Ya ni siquiera hay que cobrar por los servicios sexuales prestados o trabajar en un prostíbulo para que los adalides de la moral nos asignen el honroso título de puta. Agradezco a la sociedad, que sin merecérmelo, me ha ubicado al mismo nivel de las exquisitas  Hetairas griegas.
       Para otros soy lesbiana porque cuento entre mis mejores amigas a unas estupendas mujeres homosexuales, y como si esto fuera poco, le sumo a mi amistad con las chicas gay la dicha de ser soltera o si lo quieren solterona. Es por esto que algunos empiezan a dudar de mi inclinación sexual y a decirse: si no se ha casado por algo será. De inmediato entro a la clasificación de lesbiana. Distinción ésta, que tampoco merezco, pero que acepto gustosa, porque de nuevo volvemos a la Antigua Grecia, a la hermosa e inteligente Safo y a sus bellísimas discípulas de la isla de Lesbos.
       Sin embargo, el apelativo que más me gusta es el de solterona, porque es sin duda el que la gente más disfruta insinuándomelo. Las quedaditas no tenemos, por ejemplo, “La marcha del orgullo de ser soltera”, ni bares para cuarentonas solteronas, ni organizaciones en pro de la defensa de los derechos de las que nos dejó el tren. Hacemos parte de la subcultura de la lástima y sólo podemos aspirar a vestir santos o a desvestir borrachos. A la gente le encanta llamarnos solteronas, y no solteras, porque claro, la connotación no es la misma.  En el inconsciente colectivo, una mujer soltera es una mujer joven, hermosa y feliz, que aún  tiene esperanza de conseguir marido. Sin embargo, una solterona es vieja, fea y amargada, ya quemó todos sus cartuchos. No tuvo hijos, que es para lo que las mujeres, supuestamente, fuimos creadas. Yo me declaro una solterona hermosa y dichosa.
       No nos tengan tanto miedo que no comemos niños, sólo mayores de edad. Embrujamos sí, pero con la sonrisa y una buena conversación. Enloquecemos a los hombres, pero sólo en la cama. Y matamos, pero con la mirada.


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