sábado, 7 de abril de 2012

De soltera … a solterona

En menos de un mes cumpliré cuarenta años y, al igual que cuando cumplí treinta, ya empecé a recibir las “bien intencionadas” preguntas de familiares y amigos: ¿y sigues soltera? ¿cuándo te vas a casar? Y la que más me gusta ¿por qué no te has casado? Algunos empiezan a mirarme con sospecha y otros con lástima. Es como si tuviera una enfermedad terminal. Desahuciada por la sociedad.


El mito que las mujeres nos  tenemos que casar, como una obligación o un deber social, estoy convencida tiene mucho que ver con los mal llamados cuentos infantiles, tipo Cenicienta, La Bella Durmiente, Blanca Nieves, Rapunzel. Donde la protagonista para ser feliz, salir de su letárgico sueño o de su prisión, necesariamente, debe ser encontrada por un príncipe y casarse, de lo contrario será desdichada para siempre.

Revisé las historias de estos cuentos infantiles y me encontré con un común denominador: hay que estar “dormida”, como Blanca Nieves y la Bella Durmiente, para que el príncipe azul aparezca. Una de las acepciones que da la RAE para el verbo dormir es: Estar en aquel reposo que consiste en la inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento voluntario. Lo cual significa que si el príncipe azul no aparece (o se va) estaremos condenadas a vivir para siempre en estado de inutilidad e improductividad.  Bonitas las enseñanzas que nos dan desde pequeñas.

Otra excelente moraleja que encontré es que aquellas mujeres que no nos hemos casado, o las que no tienen pareja, quedamos inscritas dentro de la misma categoría de las hermanastras de Cenicienta: feas y amargadas. Porque claro, las princesas son siempre hermosas. O se es princesa o se es bruja, no hay término medio en estos cuentos. Claro que a los hombres tampoco les va mejor, o son príncipes o son sapos. Yo prefiero ser bruja, porque curiosamente son las únicas que se ríen en estos cuentos.

Las princesas conquistan a sus príncipes porque saben tejer, pintar, bailar, cantar. Pero cuidado,  no todas las artes sirven para conseguir marido. Si usted es hábil, por ejemplo, en el arte de follar, sea cautelosa y no lo haga publico, porque la llamarán prostituta. Mi recomendación para aquellas mujeres que quieran casarse es que aprendan a cantar y se olviden del Kamasutra. Eso sí, mi querida amiga, tan pronto se case le aconsejo que deje de cantar y se dedique a follar. Porque de lo contrario llegará una bruja que folla mejor que usted y la expulsan del castillo.

Otra recomendación, si es que quiere conseguir marido, es que aparente ser sumisa, virtuosa, y callada. Ni se le ocurra andar por la vida pregonando independencia,  expresando lo que siente, piensa o desea, podrían tildarla de libertina. Las  protagonistas de estos cuentos rara vez hablan y cuando lo hacen es para mostrar su dolor y sufrimiento. Es como si el matrimonio fuera la  recompensa a los años de martirio. Por lo tanto,  lo mejor es que se haga la sufrida y muestre debilidad, porque de lo contrario puede terminar vistiendo santos o desvistiendo borrachos.

Aunque los cuentos siempre terminan en se casaron y vivieron felices, yo me pregunto, será que después de, digamos, quince años de matrimonio Blanca Nieves no extraña a los siente enanitos,  Rapunzel la tranquilidad de su torre, o la Bella Durmiente las horas de sueño que hoy ya no tiene porque el príncipe no ha llegado a palacio.  A excepción de dos o tres matrimonios que conozco, el resto de parejas a mi alrededor no son lo que se pueda decir la envidia del reino. Lo que me hace pensar que hay algo que aún no nos han dicho de los cuentos de hadas.

No estoy en contra del matrimonio ni soy lo que seguramente algunos lectores estarán pensando: una solterona, feminista y  amargada. Pero con lo que sí estoy en total desacuerdo es con el arquetipo que se ha creado: que el matrimonio es el principal objetivo de toda mujer y que sólo se puede ser feliz si se tiene marido. Aunque suene a cliché, la vida es muy corta para vivirla desde el miedo: miedo a la soledad, miedo al que dirán, miedo al sentimiento de incapacidad por no haber tenido o conservado un matrimonio, miedo a no poder generar los ingresos para vivir, miedo a quedarnos “dormidas” para siempre.

No importa lo que yo diga, piense o escriba, para el resto de la humanidad, una vez cumpla los cuarenta años pasaré de soltera a solterona. De hecho cada vez que alguien menciona la maléfica palabra, porque ser soltera es como tener un maleficio, la gente me mira, algunos se avergüenzan, otros sienten lástima y otros (sobre todo otras) se alegran. Yo por mi parte puedo decir: ¡Soy feliz, y no tengo marido!



6 comentarios:

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    1. Nana, gracias por tus palabras. Me encanta que te gusten mis textos. Me alegra saber que ves avances, sería muy triste que los primeros fueran los mejores, jajaja. Un abrazo.

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  2. una Lucha contra el sistema! Excelente!
    a excepción de la palabrota ;)

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  3. mucho ego leo en tu escrito, incongruencia espiritual y falta de autoestima.Lastima porque no esta mal escrito

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  4. Estoy completamente de acuerdo contigo, joven... En breve tendré cuarenta, y de corazón, a lo mejor porque nunca me he enamorado como para perder la cabeza, o porque no creo en el amor eterno, no creo que un hombre pueda proporcionarme felicidad "eterna". Y por eso estoy soltera y quiero seguir así, que me llamen como quieran. Yo a las casadas no las etiqueto, les deseo lo mejor y las escucho, entiendo y apoyo cuando tienen crisis (como todas, solteras y casadas), soy buena amiga de mis amigas sin tener en cuenta su estado civil, las felicito cuando se van a casar enamoradas y cuando tienen niños. Yo en cambio, aun sabiendo que me quieren, nunca he recibido una felicitación por ninguna de ellas por vivir como me gusta, nunca me han organizado una fiesta por estar felizmente soltera... y me pregunto, ¿por qué no? Sólo pido un poco de respeto y comprensión para aquellas personas que simplemete nos levantamos cada mañana e intentamos vivir en paz, ofreciendo cariño a los demás e intentando ser felices... como tod@s.
    Un besazo.

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