lunes, 30 de julio de 2012

¿Por qué son infieles los hombres?

 Las razones por las cuales los hombres son infieles son tantas como hombres hay en el planeta, cada uno tiene su propia disculpa. En compinchería con estudios científicos, psicológicos, fisiológicos, antropológicos y hasta por dispensas celestiales de algunas religiones.

La pregunta que siempre me he hecho, y que me llevó a realizar esta investigación entre mis meros machos amigos, valga la aclaración, ninguno se negó a participar argumentando objeción de conciencia o no haber cometido infidelidad alguna, es ¿qué lleva a los hombres a cometer adulterio?

La primera conclusión es que existen dos tipos de infidelidad: la física y la emocional. Sólo voy a hablar de la infidelidad física, sexual, o “canitas al aire”. Suficiente es con tratar de entender y explicar la infidelidad que involucra al miembro viril, como para meterme en el rollo de ilustrar la del miembro emocional. Órganos que en los hombres, de acuerdo con mi investigación, funcionan sin ningún tipo de correlación. El corazón y el miembro fálico actúan como entes independientes e incomunicados. Esto lo sostengo basada en un dato asombroso que arrojó mi estudio: “la infidelidad no es por falta de amor. Se puede ser infiel independiente del mucho amor que se siente por la pareja”.

La infidelidad física puede ser esporádica o frecuente. La esporádica es cuando el hombre le es infiel a su pareja con mujeres que conoce fortuitamente, pero a quienes luego no vuelve a ver. Se puede decir también que es una infidelidad circunstancial. Muy frecuente en congresos, convenciones, viajes de negocios, ferias, etcétera.

La infidelidad frecuente es cuando las “canitas al aire” se vuelven una constante en la relación, ya sea con mujeres diferentes cada vez, con la misma durante un periodo de tiempo, o con esas  mujeres con las que se tiene una excelente afinidad sexual y que cada vez que la vida las pone en el camino hay que aprovechar, sería una verdadera estupidez dejarlas en el baúl de los recuerdos sólo porque se tiene pareja.

Ahora sí entremos en materia, y veamos las razones por las cuales los ejemplares masculinos argumentan la infidelidad.  La  típica: mi mujer no me comprende, no me tiene en cuenta, siempre está dándome cantaleta. Está pendiente de los hijos y de la casa, pero no de mí. Mi recomendación, damas, es que miren para adentro de su matrimonio a ver si alguna de las razones anteriores aplica en su relación, y un consejo, no pretendan disculpar su comportamiento, porque lo único que van a conseguir es que el marido busque en la calle una damisela más comprensiva.

Este esperpento lo engendró un amigo psicólogo “los científicos han demostrado que los seres humanos por naturaleza somos poli-eróticos, por lo que la fidelidad es anti-natural”. Yo la verdad no sé si los científicos dicen eso o no, pero si pilla a su marido en una infidelidad y le sale con el cuentico que es poli-erótico y que la fidelidad es anti-natural, lo mejor es que le siga la corriente, le de la razón, y le sugiera una poli-orgia, a ver hasta donde le llega lo polifacético.


El grupo de estudio era bastante heterogéneo, y por consiguiente no faltó el artista que me contestara con las palabras que  Diego Rivera le dijo a Frida Kahlo: yo soy leal, pero no fiel, por desgracia estoy fisiológicamente  incapacitado para la fidelidad.  Así que si su pareja, querida amiga, es pintor, escritor, músico o realiza algún tipo de arte, prepárese porque antes de lo que se imagina le saldrá con la apología de Rivera.  La RAE no hace distinción entre lealtad y fidelidad. Lealtad: Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien. Pero no creo que eso le sirva de mucho si encuentra en la cama a su marido con su hermana (la suya, no la de él), como le sucedió a Frida. En estos casos,  no hay nada que hacer.

Otra variedad es la infidelidad psíquicamente insuperable. Hombres incapaces de guardar lealtad o compromiso alguno, infieles patológicos. Dudan de su virilidad, para probar su hombría y aumentar su autoestima, o su ego de hombre, recurren a la infidelidad una tras otra. El deseo sexual les resulta incontrolable. Si este es el caso de su pareja, le sugiero que lo interne en el manicomio de Charenton, y lo deje al cuidado del Marqués de Sade.

A mi manera de ver y entender la infidelidad masculina, este es el pretexto que tal vez tenga más validez. Palabras textuales de uno de los machos del estudio “El ansía de aventura, de libertad, de autonomía… la infidelidad tiene que ver con la parte lúdica del hombre, su deseo de juego, de esconderse, de apostar por una partida y tratar de ganar en el desarrollo de la clandestinidad y el no descubrimiento. En este punto, al hombre lo desborda ese juego que en ocasiones ya no depende de él y lo rebasa”.


Mi teoría, después de oír, leer y analizar lo que los hombres entrevistados expresaron, es que la infidelidad masculina radica en sus orígenes de cazador. Como sabemos eran los hombres los que salían a conseguir el alimento (fieras hermosas y salvajes, ningún pollo flaco y amarillento). Aún hoy en día después de miles de millones de años tienen en su mapa  genético el cromosoma de la masculinidad entendida como a mayor número de fieras cazadas, mayor autoestima y hombría. Por qué creen que de cariño nos dicen la fiera, o patico (pantera, tigre y cocodrilo), no es por pura coincidencia. En su inconsciente, los hombres creen que las mujeres somos fieras a las que hay que cazar, domesticar y amansar. Sin embargo, después de un tiempo de haber conseguido cazar una fiera y traerla a casa, necesitan volver a salir. Su ADN los impulsa a buscar en el inhóspito e incierto mundo inundado de fieras peligrosas  y divinas una nueva presa a quien cazar, para demostrar de esta manera su virilidad, su masculinidad y su poder dentro del clan.

Si mi teoría, que de científica tiene lo que los hombres de fieles, es verdadera, no tenemos las batalla perdida mis queridas amigas. La tarea es muy fácil, lo que debemos hacer es tener a nuestro cazador al acecho, expectante, que no se fie que la fiera está cazada. La fiera puede ser cazada por otro cazador. Jugar, como a ellos les gusta, que no pierdan el suspenso de la aventura, la emoción de la incertidumbre, el encanto de la vigilancia, el placer de lo oculto. Mantener encendido el fuego de la pasión y el deseo.  Estar siempre guapas (Fieras hermosas y salvajes, nadie caza pollos flacos y amarillentos).

Tigresas para que nos cacen, panteras para que nos teman y leonas para que nos coman.


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domingo, 22 de julio de 2012

La monogamia dura cuatro años


     Recientes estudios acerca de la química del amor, investigaciones realizadas a partir de escanografías cerebrales, han determinado que el impulso sexual, ese que produce adicción, euforia, ansia, obsesión, compulsión y distorsión de la realidad. Ese que crea dependencia física y cambio de personalidad, y del que cada vez necesitamos un poquito más para poder vivir, se debe a un coctel hormonal cuyos ingredientes son: la dopamina, la norepinefrina y la serotonina. Cuando estas tres hormonas entran en acción los humanos perdemos la razón. Y al igual que los adictos a las drogas decimos: “no puedo vivir sin ti”. Yo sin embargo, seguiré tomando margaritas, porque a mí los cocteles me gustan con licor no con hormonas.
    Vivir en ese estado de euforia sería como estar, permanentemente, bajo el  efecto de la cocaína o los opiáceos, ya que estas drogas activan en el cerebro las mismas zonas que se estimulan en un cerebro enamorado. A falta de un loco amor, bien está una adicción. Pero como en toda fiesta no falta el amargado; el cerebro tiene su propio Olafo, el hipotálamo, que  al cabo de un tiempo entra a estabilizar las emociones segregando vasopresina y oxitocina, las encargadas de transformar el impulso sexual en amor romántico, en  lazos de afecto y generosidad. Y se acabó la juerga, porque a partir de ese momento empezamos a sentir cariño por nuestra pareja. La locura del impulso sexual se transforma en un sentimiento de calma, seguridad y unión con una pareja de larga duración. Bueno, si es que a cuatro años, que según los científicos es el tiempo que dura el amor romántico, se le puede decir larga duración. Y hasta ahí nos llegó la monogamia.
         No es que yo creyera en el amor eterno, porque como dicen por ahí; no estamos en época de soñadores. Pero tampoco sabía que le habían dado a la monogamia fecha de caducidad como a los yogures. Hay marcas de vehículos que dan hasta cinco años de garantía, más de la que da el matrimonio, o al menos la monogamia.  Por eso es  mejor comprar carro que casarse. Dos años de garantía me dieron por un ventilador que compré ayer, la mitad de la que da el amor eterno. ¡Qué horror! La garantía de un electrodoméstico sabe uno donde reclamarla, pero quién responde por la de la pareja que cumplió su ciclo monógamo y decidió abandonarnos. Sólo queda ir a llorar al consultorio del psiquiatra.
         Con esta información dándome vueltas en la cabeza, busqué en Google más datos al respecto. Lo que me encontré, no  fue para nada alentador. Por ejemplo, dicen los que saben, que los seres humanos no estamos biológicamente diseñados para ser monógamos permanentes, somos monógamos seriados.  O sea que mantenemos relaciones monógamas mientras aparece una nueva, lo cual algunas veces nos convierte en polígamos o al menos en bígamos, ya que mantenemos relaciones simultáneas mientras terminamos la anterior. En otras palabras, mientras nos decidimos si es mejor malo conocido que bueno por conocer.
         Entre más investigaba más me sorprendía. Las estadísticas muestran que la duración promedio de un matrimonio hoy en día es de diez años. ¡Nada! dije estupefacta. Sin embargo, me puse a hacer cuentas, y saqué por conclusión que si la monogamia dura cuatro años y el matrimonio diez,  a mí me favorece. Ninguna de mis relaciones ha resistido más de seis meses, con lo cual si alguna llegase a subsistir (o a aguantarme) cuatro años, estaría incrementando  mis utilidades en un 700%. Ningún negocio por ilícito que sea produce tantos beneficios.
         Un concepto que me sorprendió bastante fue el del amor confluente.  En el amor confluente las personas se sienten íntegras y completas por sí solas y las relaciones de pareja  sólo vienen a aportarles satisfacción sexual y afectiva. En el amor romántico, en cambio, los individuos sienten que no están completos sin su “media naranja”. En el amor confluente no existe un termino de duración, la relación permanece durante el tiempo que se mantiene el interés de los involucrados. Da igual importancia a la satisfacción sexual como a la afectiva. A mí, personalmente, este concepto de amor me convenció. De ahora en adelante me bautizaré en la practica del amor confluente, se acabaron las naranjas, los melones, las almas gemelas y cualquier otra cosa que necesariamente vaya de a dos hasta que la muerte los separe.
         Si la ciencia y los hechos nos muestran que no estamos diseñados para mantener relaciones monógamas durante toda la vida con la misma pareja,  por qué nos empeñamos en conservar la idea del amor eterno. Este arquetipo del amor genera en los  individuos sentimientos de culpa y responsabilidad cuando una relación, que supuestamente era para toda la vida, se termina. Condiciona, especialmente a la mujer, a tener una pareja como su única estructura de  valoración, lo cual la hace dependiente del hombre, hasta el punto de aguantar todo tipo de maltrato físico y emocional con tal de no ser abandonada. Obliga muchas veces a un miembro de la pareja a estar atado a una relación que no lo hace feliz sólo porque así lo establece la sociedad y la moral. El divorcio, muchas veces produce en el individuo sentimientos de frustración e incapacidad por no haber cumplido con el mandato divino.
         Mis más sinceras felicitaciones y mis mejores deseos para quienes logran mantener una pareja durante toda la vida. Pero que no sea un estigma o una condena para quienes no. Cuando una relación se termina el mundo no se acaba, se inicia un nuevo ciclo químico. Y siempre llegará otra mejor.


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domingo, 15 de julio de 2012

Se regalan maridos gay


     La periodista y escritora mexicana, Susana Moscatel, lanzó hace poco su libro Toda mujer debe tener un marido gay. Lo que la autora quiere decirnos en su libro es que todas las mujeres debemos tener un amigo gay al cual llamar “nuestro marido”. Aunque no es una pareja sexual, de cierta forma es una pareja sentimental. Según la escritora mexicana, es necesario contar con este tipo de relaciones, ya que nos ayuda a entender al género masculino. Este mejor amigo o “marido gay” es quien nos dará ánimos en los momentos de tristeza, angustia, desesperación y soledad. También es quien nos proporciona las claves para entender  y conquistar a los hombres, porque aunque sea gay, fue entrenado, por lo general, para ser macho y sabe qué les gusta y qué no a los hombres heterosexuales. Un amigo gay es mejor que una amiga mujer, ya que como sabemos las mujeres no somos de fiar, competimos entre nosotras y, a veces, damos consejos cargados de vaivenes hormonales.

      Lo que Susana Moscatel relata en su libro no es nada nuevo, ya que se tiene como verdad divina que el mejor consejero y compañero de una mujer heterosexual es un hombre homosexual.  Casi todas las verdades divinas están envueltas en una nube de mito y leyenda, y ésta no iba a ser la excepción. Permítanme les presento a mis tres maridos gay.

      Son los hombres más apuestos de la ciudad, le quitan la respiración tanto a hombres como a mujeres. Parecen sacados de un catálogo de Clavin Klein, impecablemente vestidos a la última moda, afeitados, peinados, bronceados. En cuestión de estilo y glamour todo lo tienen bajo control, no le dejan nada a la improvisación. Nuestra amistad es de muchos años, tantos que hemos perdido la cuenta. Es la relación más larga y estable que he tenido con un hombre, bueno, con tres.

      De acuerdo con la leyenda, un marido gay ante un eventual rompimiento con tu pareja estaría contigo un viernes en la noche comiendo helado de chocolate, con una caja de Kleenex, viendo Love Story y oyendo por millonésima vez el relato:
      —¿Por qué me dejó? ¿Qué hice de malo? Era una relación perfecta, nunca más encontraré un hombre como él.  Esa por la que me dejó es espantosa, gorda y celulítica.
A lo que el marido gay añadiría: arrugada y fofa. Así sea veinte años menor que uno y modelo profesional. Esa es la función de un marido gay.  Mis maridos, por el contrario, si me ven llorando por una pena de amor, con mucha sinceridad y poca caridad me dicen: “pero por qué lloras, ya deberías estar acostumbrada a que te dejen y te cambien. No es la primera vez ni va a ser la última. Si te quieres quedar ahogándote en lágrimas y arrugándote con tantas muecas, allá tú, porque nosotros nos vamos de rumba. Y no comas mucho helado de chocolate, que como te engordes menos que vas a levantarte a otro”. Y sin más me abandonan con mi corazón hecho pedazos, mi caja de  Kleenex  y los recuerdos de un amor que yo creía eterno.

      Un marido gay está para ayudarnos a sobrellevar malos ratos, como por ejemplo, después de una noche de tragos donde se nos ha ido la mano (literalmente), están ahí, a tú lado para decirte: “no te preocupes, no fue tan grave, a todos nos ha pasado alguna vez, tranquila”. Qué va, los míos ante una situación como esta, al otro día,  sin misericordia y sin esperar, al menos,  a que el guayabo físico se me haya pasado ya están llamando a decirme: “qué vergüenza, qué escándalo el que armaste anoche; si yo  fuera tú consideraría la idea de irme a vivir a Katmandú”. En medio de mi desesperación y lagunas mentales balbuceo que no fue tan vergonzoso y que a todos, alguna vez, nos han caído mal los tragos. “Una cosa es que a uno le caigan mal los tragos, y otra muy distinta es hacer espectáculos bochornosos, como caerse de la barra del bar y acosar hombres”. Me dicen sin ninguna consideración.

      Cuando conozco un guapo prospecto de novio y se los presento con la esperanza de que como hombres y entrenados en el oficio de machos, al menos en la teoría, me puedan dar algún consejo. Por lo general siempre me dicen: “¡Ay! darling (aparte de todo mañes, no se les ocurre una peorcita manera de decirme), lo mejor es que no te hagas muchas ilusiones con ese personaje”. ¡No! ¿Por qué?, pregunto ansiosa. “No es por nada, mi vida, pero si has visto la ex novia que tiene y las viejotas con las que ha salido. Es mejor que busques otro más acorde con tu personalidad”.. borspeirescatel mis maridos Ga Traducción: búsquese un feo.

      Sin embargo, no todo es malo, algunas veces hasta me dedican canciones. La que más les gusta y cantan a todo pulmón es La BikinaSolitaria camina la bikina, dicen que tiene una pena que la hace llorar. La Bikina tiene pena y dolor.  La parte que más disfrutan y en la que suben a “do de pecho” es…  No conoce el amor.

      Otra de las ventajas de tener una marido gay, en comparación con tener una amiga, es que con la mujeres se corre el riesgo de que te quiten a tu galán, o que se produzcan competencias y rivalidades por un hombre, pero claro, ese problema con un amigo gay no se presenta. Eso era lo que yo creía, pero cuando conocemos un prototipo masculino que nos gusta a los cuatro puede suceder que la contienda sea peor que con una mujer. La última vez que esto ocurrió, el sujeto acorralado tuvo que aclararles “Hey, pero yo no soy gay”. El ridículo que hicieron fue enorme, y eso que la de los ridículos, según ellos, soy yo.

      La tesis del marido gay, en la práctica sí funciona, el problema que tengo es que son tres, y cuando están juntos se aprovechan y me la montan, pero cuando ejercen su función por separado son maravillosos. Es por eso que estoy regalando dos.

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@marthabotero

domingo, 8 de julio de 2012

Derechito al infierno


    Supongo que todos conocen cuales son los siete pecados capitales, pero como no falta el despistado o el desmemoriado, se los recuerdo: soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, pereza. Para quienes no lo saben, son éstos los generosos copatrocinadores, junto con los Diez Mandamientos y otros pecados de menor monta a los que se les llama veniales, de un tiquete one way a tierras de Lucifer.

      Siempre me he preguntado cómo se cuantifica la gravedad de los pecados. Cuál es la escala de medición, metraje, gramaje o pesaje con el que se calculan. Cómo sé cuánta soberbia se necesita para ir directo al infierno, o cuántos pedazos de pizza comidos en el almuerzo son considerados gula. ¿Está dentro de la clasificación de envidia, por ejemplo, el sentimiento que me inspira Angelina Jolie por el marido que tiene? O esto sería lujuria, o estaría pecando de pensamiento, o quebrantando el décimo mandamiento. O por ser Brad un personaje público no aplica el concepto de pecado. Será que se peca únicamente si se envidia a los vecinos, familiares y conocidos. Porque si es así, estoy salvada, sólo conozco maridos feos. Y mis amigos y familiares son pobres, o sea que no hay a quien envidiar. ¿Qué proporción del salario hay que guardar para condenarse por avaro?, a mí como el sueldo no me alcanza para ahorrar, por este pecado tampoco me voy a condenar. ¿Se considera pecado la ira que siento cuando les miento la madre y les otorgo el honroso título de hijueputas a los políticos corruptos?

      Y así como estas, tengo mil dudas al respecto. Es  por eso que muy respetuosamente le sugiero al Vaticano que me envíe un tabla de conversión. Con el fin de determinar la magnitud de la culpa, la penitencia correspondiente, o la cantidad de fuego eterno con el que me he de chamuscar.

      Mi propuesta sería más o menos así:

2 horas de trabajo diario: 3 Avemarías por el pecado de pereza. Mi recomendación es que aumente a 3 horas diarias y salve su alma.

10 horas de trabajo diario: 50 Avemarías por soberbia, por querer ser más que los demás. Con 8 horas es suficiente, no se las dé de importante, o es qué le quedó grande el puesto.

Ver una película porno al mes: 100 Avemarías por perezoso. Vea al menos dos, y practique, pero con su pareja no con la vecina.

2 bandejas paisas de almuerzo: Subir a Monserrate de rodillas, y 10 vueltas a la cancha de básquetbol, no por el pecado de gula, sino para que queme todas las calorías que se empacó.

Hacerse el enfermo los lunes: 500 Padrenuestros para pedirle al Altísimo que lo ilumine con una mejor excusa, porque esa ya está muy trillada.

Si  incumple el mandamiento de “No codiciarás los bienes ajenos”, como por ejemplo, el marido de la prójima, la penitencia es la siguiente: Si el marido está bueno: 15 Avemarías para pedir que se le haga el milagrito y el sujeto le pare bolas. Si el prójimo está dentro del promedio: 30 Avemarías por no tener fe en que puede conseguirse uno mejor. Y si está feo: 1.000 Avemarías para que el Espíritu Santo la bendiga con el Don del consejo, y le aconseje pecar, pero con uno que valga la pena. Aplica igual con la mujer de tu prójimo.

1 polvo anual: 10.000 Padrenuestros para pedirle al Todopoderoso que nos bendiga con abundancia y, al menos, empezar a pecar.

14 polvos semanales: 3.000 Avemarías en agradecimiento al Padre por el alimento recibido cuando hay tantos que no tienen nada que comer. 500 Avemarías por no compartir con los más necesitados.


      Como nunca me arrepiento de lo que hago, mucho menos si son pecados, que por lo general siempre son generadores de gozo y satisfacción, quisiera ir calculando las horas/candela que me esperan en el más allá.



PD: como sé que no va a ser del Vaticano de donde me llegue la respuesta, sino de Londres, espero el regaño con humildad.

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