A propósito de la
entrada en vigencia del TLC, les dejo este cuento corto
Mi gran amiga
Estrellita, fundadora y propietaria de la reconocida cadena de burdeles “La
Santísima Trinidad” fue quien que me aclaró el asunto y me contó todos los
detalles de la noche en que los chicos de Obama llegaron a su negocio. En la
sucursal de Cartagena, ubicada en la calle Primera de Badillo, fue donde
ocurrieron los polvos que le han dado la vuelta al mundo, y que dejaron
al descubierto la tacañería de los “Hombres de Negro”. Porque no hay nada de
malo en ser ganoso, pero cicatero es otro cuento.
Según me cuenta
Estrellita, los gringos llegaron a su establecimiento el miércoles catorce a
eso de las nueve de la noche, y pidieron doce de las mejores putas de la casa.
Altos, rubios, musculosos, y por lo que se veía a vuelo de pájaro; dignos hijos
de Príapo. Vestidos al mejor estilo
tropical: guayabera, pantalón blanco apretado, mocasines beige sin medias y
sombrero de paja. Borrachos y armando alboroto.
Estrellita, de
inmediato hizo bajar al primer piso de la casa a sus mejores chicas. Vieja
mañosa en estas lides sabe que con los gringos lo importante es el servicio al
cliente, y no es prudente hacerlos esperar, porque como bien dice ella “polvo
que se va, no vuelve”.
Dania, Rosalía y
Yadira fueron las primeras en bajar, y al ver los guapos ejemplares masculinos
comentaron: ¡No jodaaa, a éstos hasta gratis se lo damos! Pero los
americanos no pidieron preferencias arancelarias ni Estrellita carta de
crédito, porque la transacción se haría en efectivo. Y como los tratados son
para cumplirlos, las mesalinas tropicales confiadas en la palabra de los americanos
hicieron su trabajo entre rones, cigarrillos, vallenatos y condones.
El jueves a
las seis de la mañana, Escapulario, el gerente financiero de “La Santísima
Trinidad” pasó la factura.
—Tres polvos por
cabeza, eso nos da treinta y seis en total. Como ustedes saben hay unos
servicios más costosos que otros, pero para que los místeres vuelvan, no
les vamos a cobrar tarifa diferencial. A un precio de quinientos mil pesos polvo
nos da un total de dieciocho millones de pesos, sin las bebidas, que son
cortesía de doña Estrellita. Con la revaluación del peso colombiano la
tasa representativa está a 1.800, o sea que en moneda extrajera son 10.000
devaluados dólares americanos. —dijo Escapulario, calculadora en mano.
—¡Shit! ¡Fuck you!—dijeron
los gringos.
—No baby no
más fuckiu hasta que paguen lo que deben —dijo Estrellita.
Después de esta nefasta experiencia, Estrellita colgó en la puerta del burdel
un cartel que dice: No tenemos TLC con USA.
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