La
periodista y escritora mexicana, Susana Moscatel, lanzó hace poco su libro Toda
mujer debe tener un marido gay. Lo que la autora quiere decirnos en su
libro es que todas las mujeres debemos tener un amigo gay al cual llamar “nuestro
marido”. Aunque no es una pareja sexual, de cierta forma es una pareja
sentimental. Según la escritora mexicana, es necesario contar con este tipo de
relaciones, ya que nos ayuda a entender al género masculino. Este mejor amigo o
“marido gay” es quien nos dará ánimos en los momentos de tristeza, angustia,
desesperación y soledad. También es quien nos proporciona las claves para
entender y conquistar a los hombres, porque aunque sea gay, fue
entrenado, por lo general, para ser macho y sabe qué les gusta y qué no a los
hombres heterosexuales. Un amigo gay es mejor que una amiga mujer, ya que como
sabemos las mujeres no somos de fiar, competimos entre nosotras y, a veces,
damos consejos cargados de vaivenes hormonales.
Lo
que Susana Moscatel relata en su libro no es nada nuevo, ya que se tiene como verdad
divina que el mejor consejero y compañero de una mujer heterosexual es un
hombre homosexual. Casi todas las verdades
divinas están envueltas en una nube de mito y leyenda, y ésta no iba a ser la excepción.
Permítanme les presento a mis tres maridos gay.
Son
los hombres más apuestos de la ciudad, le quitan la respiración tanto a hombres
como a mujeres. Parecen sacados de un catálogo de Clavin Klein, impecablemente vestidos a la última moda, afeitados, peinados,
bronceados. En cuestión de estilo y glamour todo lo tienen bajo control, no le
dejan nada a la improvisación. Nuestra amistad es de muchos años, tantos que
hemos perdido la cuenta. Es la relación más larga y estable que he tenido con un hombre,
bueno, con tres.
De
acuerdo con la leyenda, un marido gay ante un eventual rompimiento con tu
pareja estaría contigo un viernes en la noche comiendo helado de chocolate, con
una caja de Kleenex, viendo Love Story y oyendo por millonésima vez
el relato:
—¿Por
qué me dejó? ¿Qué hice de malo? Era una relación perfecta, nunca más encontraré
un hombre como él. Esa por la que me
dejó es espantosa, gorda y celulítica.
A lo que el marido gay añadiría: arrugada
y fofa. Así sea veinte años menor que uno y modelo profesional. Esa es la
función de un marido gay. Mis maridos,
por el contrario, si me ven llorando por una pena de amor, con mucha sinceridad
y poca caridad me dicen: “pero por qué lloras, ya deberías estar acostumbrada a
que te dejen y te cambien. No es la primera vez ni va a ser la última. Si te
quieres quedar ahogándote en lágrimas y arrugándote con tantas muecas, allá tú,
porque nosotros nos vamos de rumba. Y no comas mucho helado de chocolate, que como
te engordes menos que vas a levantarte a otro”. Y sin más me abandonan con mi corazón
hecho pedazos, mi caja de Kleenex y los recuerdos de un amor que yo creía eterno.
Un
marido gay está para ayudarnos a sobrellevar malos ratos, como por ejemplo, después
de una noche de tragos donde se nos ha ido la mano (literalmente), están ahí, a
tú lado para decirte: “no te preocupes, no fue tan grave, a todos nos ha pasado
alguna vez, tranquila”. Qué va, los míos ante una situación como esta, al otro día, sin misericordia y sin esperar, al menos, a que el guayabo físico se me haya
pasado ya están llamando a decirme: “qué vergüenza, qué escándalo el que
armaste anoche; si yo fuera tú consideraría
la idea de irme a vivir a Katmandú”. En medio de mi desesperación y lagunas
mentales balbuceo que no fue tan vergonzoso y que a todos, alguna vez, nos han
caído mal los tragos. “Una cosa es que a uno le caigan mal los tragos, y otra muy
distinta es hacer espectáculos bochornosos, como caerse de la barra del bar y acosar
hombres”. Me dicen sin ninguna consideración.
Cuando
conozco un guapo prospecto de novio y se los presento con la esperanza de que
como hombres y entrenados en el oficio de machos, al menos en la teoría, me
puedan dar algún consejo. Por lo general siempre me dicen: “¡Ay! darling (aparte de todo mañes, no se les ocurre una peorcita
manera de decirme), lo mejor es que no te hagas muchas ilusiones con ese
personaje”. ¡No! ¿Por qué?, pregunto ansiosa. “No es por nada, mi vida, pero si
has visto la ex novia que tiene y las viejotas
con las que ha salido. Es mejor que busques otro más acorde con tu
personalidad”. Traducción: búsquese un feo.
Sin
embargo, no todo es malo, algunas veces hasta me dedican canciones. La que más
les gusta y cantan a todo pulmón es La Bikina… Solitaria camina la bikina, dicen que tiene una pena que la hace
llorar. La Bikina tiene pena y dolor. La parte que más disfrutan y en la
que suben a “do de pecho” es… No conoce el amor.
Otra
de las ventajas de tener una marido gay, en comparación con tener una amiga, es
que con la mujeres se corre el riesgo de que te quiten a tu galán, o que se
produzcan competencias y rivalidades por un hombre, pero claro, ese problema con
un amigo gay no se presenta. Eso era lo que yo creía, pero cuando conocemos un
prototipo masculino que nos gusta a los cuatro puede suceder que la contienda
sea peor que con una mujer. La última vez que esto ocurrió, el sujeto acorralado
tuvo que aclararles “Hey, pero yo no soy gay”. El ridículo que hicieron fue
enorme, y eso que la de los ridículos, según ellos, soy yo.
La
tesis del marido gay, en la práctica sí funciona, el problema que tengo es que son
tres, y cuando están juntos se aprovechan y me la montan, pero cuando ejercen
su función por separado son maravillosos. Es por eso que estoy regalando dos.
@marthabotero
Muy bueno y divertido Martha
ResponderEliminarMee interesa uno de tus maridos - claro tu escoges cual cedes, ja, ja
Los puedo subastar, por los dos que más den esos cedo. Espero que no lean este comentario porque sería a mí a la que vendan por dos camellos, jajaja. Gracias por leerme. Un abrazo.
EliminarY si uno es heterosexual y el mejor amigo un gay que no quiere salir del closet ¡genial! te acompañan a todo lado, te hacen los mandados, te lustran las botas y hasta le ayudan a cocinar a la esposa.
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