domingo, 22 de julio de 2012

La monogamia dura cuatro años


     Recientes estudios acerca de la química del amor, investigaciones realizadas a partir de escanografías cerebrales, han determinado que el impulso sexual, ese que produce adicción, euforia, ansia, obsesión, compulsión y distorsión de la realidad. Ese que crea dependencia física y cambio de personalidad, y del que cada vez necesitamos un poquito más para poder vivir, se debe a un coctel hormonal cuyos ingredientes son: la dopamina, la norepinefrina y la serotonina. Cuando estas tres hormonas entran en acción los humanos perdemos la razón. Y al igual que los adictos a las drogas decimos: “no puedo vivir sin ti”. Yo sin embargo, seguiré tomando margaritas, porque a mí los cocteles me gustan con licor no con hormonas.
    Vivir en ese estado de euforia sería como estar, permanentemente, bajo el  efecto de la cocaína o los opiáceos, ya que estas drogas activan en el cerebro las mismas zonas que se estimulan en un cerebro enamorado. A falta de un loco amor, bien está una adicción. Pero como en toda fiesta no falta el amargado; el cerebro tiene su propio Olafo, el hipotálamo, que  al cabo de un tiempo entra a estabilizar las emociones segregando vasopresina y oxitocina, las encargadas de transformar el impulso sexual en amor romántico, en  lazos de afecto y generosidad. Y se acabó la juerga, porque a partir de ese momento empezamos a sentir cariño por nuestra pareja. La locura del impulso sexual se transforma en un sentimiento de calma, seguridad y unión con una pareja de larga duración. Bueno, si es que a cuatro años, que según los científicos es el tiempo que dura el amor romántico, se le puede decir larga duración. Y hasta ahí nos llegó la monogamia.
         No es que yo creyera en el amor eterno, porque como dicen por ahí; no estamos en época de soñadores. Pero tampoco sabía que le habían dado a la monogamia fecha de caducidad como a los yogures. Hay marcas de vehículos que dan hasta cinco años de garantía, más de la que da el matrimonio, o al menos la monogamia.  Por eso es  mejor comprar carro que casarse. Dos años de garantía me dieron por un ventilador que compré ayer, la mitad de la que da el amor eterno. ¡Qué horror! La garantía de un electrodoméstico sabe uno donde reclamarla, pero quién responde por la de la pareja que cumplió su ciclo monógamo y decidió abandonarnos. Sólo queda ir a llorar al consultorio del psiquiatra.
         Con esta información dándome vueltas en la cabeza, busqué en Google más datos al respecto. Lo que me encontré, no  fue para nada alentador. Por ejemplo, dicen los que saben, que los seres humanos no estamos biológicamente diseñados para ser monógamos permanentes, somos monógamos seriados.  O sea que mantenemos relaciones monógamas mientras aparece una nueva, lo cual algunas veces nos convierte en polígamos o al menos en bígamos, ya que mantenemos relaciones simultáneas mientras terminamos la anterior. En otras palabras, mientras nos decidimos si es mejor malo conocido que bueno por conocer.
         Entre más investigaba más me sorprendía. Las estadísticas muestran que la duración promedio de un matrimonio hoy en día es de diez años. ¡Nada! dije estupefacta. Sin embargo, me puse a hacer cuentas, y saqué por conclusión que si la monogamia dura cuatro años y el matrimonio diez,  a mí me favorece. Ninguna de mis relaciones ha resistido más de seis meses, con lo cual si alguna llegase a subsistir (o a aguantarme) cuatro años, estaría incrementando  mis utilidades en un 700%. Ningún negocio por ilícito que sea produce tantos beneficios.
         Un concepto que me sorprendió bastante fue el del amor confluente.  En el amor confluente las personas se sienten íntegras y completas por sí solas y las relaciones de pareja  sólo vienen a aportarles satisfacción sexual y afectiva. En el amor romántico, en cambio, los individuos sienten que no están completos sin su “media naranja”. En el amor confluente no existe un termino de duración, la relación permanece durante el tiempo que se mantiene el interés de los involucrados. Da igual importancia a la satisfacción sexual como a la afectiva. A mí, personalmente, este concepto de amor me convenció. De ahora en adelante me bautizaré en la practica del amor confluente, se acabaron las naranjas, los melones, las almas gemelas y cualquier otra cosa que necesariamente vaya de a dos hasta que la muerte los separe.
         Si la ciencia y los hechos nos muestran que no estamos diseñados para mantener relaciones monógamas durante toda la vida con la misma pareja,  por qué nos empeñamos en conservar la idea del amor eterno. Este arquetipo del amor genera en los  individuos sentimientos de culpa y responsabilidad cuando una relación, que supuestamente era para toda la vida, se termina. Condiciona, especialmente a la mujer, a tener una pareja como su única estructura de  valoración, lo cual la hace dependiente del hombre, hasta el punto de aguantar todo tipo de maltrato físico y emocional con tal de no ser abandonada. Obliga muchas veces a un miembro de la pareja a estar atado a una relación que no lo hace feliz sólo porque así lo establece la sociedad y la moral. El divorcio, muchas veces produce en el individuo sentimientos de frustración e incapacidad por no haber cumplido con el mandato divino.
         Mis más sinceras felicitaciones y mis mejores deseos para quienes logran mantener una pareja durante toda la vida. Pero que no sea un estigma o una condena para quienes no. Cuando una relación se termina el mundo no se acaba, se inicia un nuevo ciclo químico. Y siempre llegará otra mejor.


También puede leerme en: Kien & Ke - Kien bloguea

No hay comentarios:

Publicar un comentario