Es un hecho que las redes sociales son una gran herramienta
de movilización. Han tumbado regímenes dictatoriales, organizado marchas de indignados, ayudado a subir presidentes, echado abajo
reformas a la justicia en repúblicas bananeras. Pero no nos digamos mentiras,
para lo que más sirven es para averiguar chismes y para aparentar.
Entro en pánico cada vez que me encuentro en alguna de estas
redes con un ex compañero de la universidad, o un ex colega de la época en la
que tenía un trabajo “normal”, de esos de lunes a viernes de 8:00 a.m. a quién
sabe qué horas, con media hora de almuerzo, dos horas diarias conduciendo de
ida y vuelta, un jefe insoportable, compañeros estimables unos pocos, y de los otros mejor no hablo porque sé que me
leen algunos. Cuando esos encuentros suceden, quiero esconderme debajo de
la mesa del computador, porque ya sé lo que se me viene encima.
— Hola, Martha —o Gato según quien sea el interrogador—.
Tiempo sin verte, ¿cómo has estado?
—Hola, fulanita.
Yo bien, gracias, y tú.—digo tímidamente.
¡Ay, Dios! Para qué pregunté.
— Súper bien, me casé, tengo dos hijos divinos, no porque
sean mis hijos, pero son una belleza tienes que conocerlos. Mi marido, que digo marido, maridazo, es vicepresidente
en una multinacional. Tenemos una casa espectacular en Mesa de Yeguas,
en el próximo puente hablamos para que vayas. Acabamos de llegar de Bali de una
segunda luna de miel, si no conoces, tienes que ir. Pero cuéntame de ti, la última vez que nos
vimos eras gerente de una marca de agua embotellada, o era de un chocolate, o
de una marca de lavaplatos. Bueno, ya no me acuerdo, pero lo que sí sé es que acababas
de llegar de hacer el MBA. ¿Dónde estás
ahora? Ya te casaste, me imagino.
¡Mierda! Y ahora qué contesto, gerente, mercadeo, marca, agua,
chocolate, lavaplatos, multinacional, marido. Ninguna de las anteriores.
— A ver, qué te digo, hace rato que no trabajo en mercadeo.
—Y entonces, a qué te
dedicas.
Y ahora cómo le explico a esta que tengo un blog y soy
bloguera, que para la mayoría de personas es no hacer nada. Porque para muchos,
escritor y holgazán son sinónimos. Y más aún en este país que si uno no es presidente
de una compañía, gerente de algo, director de departamento, empresario o
doctor, no es nadie.
—¡Bloguera! ¿y eso es un trabajo? —Es lo primero que me
preguntan.
La ventaja de empezar la conversación por el cambio de
profesión y de oficio es que la gente queda tan aturdida que no hay tiempo de
pasar al tema del marido y los hijos.
—Sí claro, voy a leer tu blog. Mucha suerte y nos estamos viendo
por acá. —dice la desconcertada interrogadora.
¿Cómo que por acá?, no íbamos para Mesa de Yeguas en el próximo puente.
Por cuenta de hacerle publicidad a mi blog, a ver si algún
día puedo ir a Bali, me he inscrito a cuanta red social existe, la última a la que
me uní fue Linkedin. Todas mis expectativas de lo que es ser esnob, fueron superadas. Los cargos, aunque existe
la opción de escribirlos en español, están la gran mayoría en ingles: owner, CEO, director, manager, assistant, analyst,
consultant, etcétera, así la casa matriz esté ubicada, en un garaje, en Madrid
(Cundinamarca). Como es una red de contactos profesionales se debe hacer una descripción
del perfil o anexar la hoja de vida. Claro está que si usted no tiene un currículum
vítae con títulos de universidades extranjeras, y que preferiblemente inicien
por University of, mejor ni se asome
por allá, que fijo hace el ridículo. Visto lo anterior, no sabía qué escribir, y
como la opción de “it's complicated” no estaba, pues no me quedó más que poner writter, en inglés para darme caché. Sin
embargo, de las casi doscientas solicitudes que envié para agregar a mis amigos
a la red, no me han aceptado sino treinta y cuatro. Lo dicho, si uno es
escritor, y no se ha ganado ningún premio, de inmediato queda en la categoría
de los perezosos, borrachos y marihuaneros, que por mí está muy bien, pero es
bastante injusto con los demás.
Por eso me gusta Twitter,
porque en 140 caracteres nadie le cuenta estupideces ni le pregunta bobadas.
Detalle: con esas lagunas mentales que trae la edad, lo mejor es cuando aparece alguien preguntando vainas y uno ¡no recuerda quién carajos es! Comienzan unos minutos interminables de lucha con la memoria... nada. ¿quién es este chato? Yo opté por la solución más práctica: si es del mismo sexo, lo rechazo; si es del sexo opuesto, lo acepto.
ResponderEliminarSúper bien Martha - muy buena bloguera :)
ResponderEliminarchevere
ResponderEliminarTremenda la manera en que los empleos condicionan nuestras vidas. También he padecido la misma pregunta: "¿Y dónde estas ahora?" a viva voz, esperando el preguntón a que le respondamos, para luego decir que él ya es gerente, casi Dios, de una empresa lo más parecido al paraíso.
ResponderEliminarParece ser que lo demás, familia, salud, las andanzas de cuando fuimos compañeros, pasan a un segundo y menospreciado plano. Y he visto que en el caso de las mujeres, se suma el asunto del matrimonio, los hijos, las salidas que deben ser a los mejores sitios y la decoración de sus apartamentos.
Pero no todo de esto es malo. Por ejemplo, a nadie, por fortuna,se le ocurre preguntar por nuestros últimos orgasmos, los uñeros que tanto fastidian o las loterías que se compran con la esperanza de un día responder: "vivo de la renta".
Winston, yo preferiría que me preguntaran por los últimos orgasmos y no el patético ¿y dónde estás ahora?. Además, porque seguro me iría mejor en la respuesta, jajaja.
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